Existió un Maestro de gran sabiduría y humanismo. Sus discipulos descían que este maestro todas las noches, a la media noche, cuando se retiraba a sus aposentos, iba al cielo y hablaba con Dios.
Pero había un grupo de personas que no creían en esto. Entonces un hombre de este grupo les dijo a sus compañeros que iba a espiar a este Maestro, a ver si realmente era cierto que iba al cielo todas las noches como decía.
Esa misma noche, esta persona se escondió en los aposentos del Maestro. Llegada la media noche, el Maestro entró en su habitación y comenzó a cambiarse su vestimenta.
El hombre escondido pensaba: ¿Para que se cambia de ropa, para ir al cielo?.
Así el Maestro cambió su túnica y su vestimenta sacerdotal por las ropas de un sencillo campesino, luego tomó una bolsa y colocó dentro de ella frazadas, mantas, todo tipo de alimentos, entre otras cosas.
La incertidumbre del espía crecía al no comprender lo que estaba sucediendo. Finalmente, el Maestro cargó la bolsa en sus hombros y partió de sus aposentos dirigiéndose a una aldea vecina. El hombre lo seguía sigilosamente y vio cómo el Maestro entraba en una pequeña casa donde habitaba una mujer que había enviudado y tenía muchos hijos pequeños que alimentar.
Se acercó a la ventana para ver más de cerca y observó cómo el Maestro ledaba a la mujer leche, panes y otros alimentos; también vió cómo el Maestro le cortaba la leña para mantener el calor del hogar. Grande fue la sorpresa de este hombre, al ver la buena acción que estaba realizando el Maestro, disfrazado de campesino.
Luego el Maestro fue a otra humilde casa en donde había una mujer paralítica por un accidente, y también le dejó alimentos, la hoguera encendida y sus bendiciones. El hombre seguía impresionado. Otra vez el Maestro fue a otra casa donde había un hombre que lo había perdido todo y lo ayudó en su desgracia, le dió ánimos y también le dejó alimentos, calor y sus bendiciones. Hasta que ya no tenía nada más en la bolsa y era casi de día.
Entonces el Maestro, disfrazado de campesino, volvió a sus aposentos y el hombre que lo espiaba ya no siguió más y también se fué.
Al otro día, cuando este hombre se encontró con el grupo de amigos y cómplices, le preguntaron:
"¿Y, viste al Maestro ir al cielo?"
Y el hombre les contestó:
"¡Mucho más alto que el Cielo, mucho más alto!".
Autor Desconocido
1 comentario:
El Reino de Dios, el Cielo, no está en ningún lugar, es un estado de conciencia donde uno se sitúa en último lugar.
Excelente parábola, la que nos traes.
Un fraternal abrazo
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