En las frutas y semillas se concentran todos los dones y energías de la Naturaleza. Desde que se abre la flor del árbol los azahares, nos atraen y embelesan con su incomparable perfume. Con la flor, delicada, alegre y risueña, empieza el árbol, que para misión tan noble como alimentar al rey de la creación se ha preparado durante años en lento desarrollo, a elaborar las sustancias privilegiadas que en sus entrañas guarda la madre tierra. Junto con caer los primeros pétalos de la flor empieza a desarrollarse el fruto en un proceso tan prolijo y lento que sólo puede compararse a la gestación del hombre en el vientre materno: nueve meses han demorado las naranjas para gestarse y ofrecerse al hombre como alimento digno de su linaje en la creación.
¿Qué puede necesitar el organismo humano que no contengan las frutas y las semillas, productos en que la Naturaleza ha puesto todas sus galas y y concentrado toda su savia y acumulado todas sus energías?
Fuente: Medicina Natural al Alcance de Todos, de Manuel Lezaeta Acharan.
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