"...La mayoría de las gaviotas no se molesta en aprender sino las normas de vuelo más elementales: como ir y volver entre playa y comida. Para la mayoría de las gaviotas, no es volar lo que importa, sino comer. Para esta gaviota, sin embargo, no era comer lo que le importaba, sino volar. Más que nada en el mundo, Juan Salvador Gaviota amaba volar..." Para leer el libro completo, haz clic aquí

domingo, 29 de mayo de 2011

El Secreto de Marx


“Es curioso saber que cuando Carlos Marx desencarnó (murió), recibió honras fúnebres de gran Rabino.

En la Primera Internacional Comunista, Carlos Marx se puso de pie diciendo: “señores, yo no soy marxista”. Hubo entonces asombro entre los asistentes, gritos, alaridos, de ellos nacieron muchas sectas políticas, Bolcheviques, Mencheviques, Anarquistas, Anarco-sindicalistas, etc., etc., etc., así pues, resulta interesantísimo saber que el primer enemigo del Marxismo fue Carlos Marx.

En una revista de París, podemos leer lo siguiente: “Mediante el triunfo del proletariado mundial, crearemos la Republica Socialista Soviética Universal, con capital en Jerusalén y nos adueñaremos de todas las riquezas de las naciones para que se cumplan las profecías de nuestros Santos Profetas del Talmud”.

Ciertamente, estas no pueden ser frases de un materiales, ni de ningún ateo; Marx era un fanático religioso judío.

(…)

Carlos Marx, movido ciertamente por fanatismo religioso, inventó un arma destructiva para reducir a polvareda cósmica a todas las religiones del mundo. Tal arma es fuera de toda duda, una “jerga”, que jamás resistiría un análisis de fondo. Me refiero a la dialéctica materialista.

Los bribones del intelecto saben muy bien que para la elaboración de tal platillo mentiroso, de tal farsa, se valió Marx de la dialéctica Metafísica de Hegel.

Evidentemente despojó a esta obra de todos los principios metafísicos que le dio su autor y con ella elaboró su platillo. No está demás repetir en esta plática, que Marx como autor de tal mentira, de tal farsa, de tal dialéctica comunistoide, no creyó jamás en ella y por eso no tuvo ningún inconveniente en confesar su sentir en plena asamblea, exclamando: “Señores, yo no soy Marxista”.

Indubitablemente este señor, sólo cumplió con uno de los protocolos de los sabios de Sión que dice: “no importa que nosotros tengamos que llenar al mundo de materialismo y de repugnante ateísmo. El día en que nosotros triunfemos, enseñaremos la religión de Moisés Universalmente, codificadamente y en forma dialéctica, y no permitiremos en el mundo ninguna otra religión.

No quiero con esto condenar a ninguna raza en particular; estoy aludiendo francamente a algunos personajes semitas con planes maquiavélicos, esos son lo Marx, los Lenin, los Stalin, etc, etc, etc.”


La Revolución de Bel - S.A.WEOR (1972)

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