"...La mayoría de las gaviotas no se molesta en aprender sino las normas de vuelo más elementales: como ir y volver entre playa y comida. Para la mayoría de las gaviotas, no es volar lo que importa, sino comer. Para esta gaviota, sin embargo, no era comer lo que le importaba, sino volar. Más que nada en el mundo, Juan Salvador Gaviota amaba volar..." Para leer el libro completo, haz clic aquí

domingo, 26 de junio de 2011

Señales del Destino

Desde niño sentí inclinación por la oración, por la religión, por la superación.

Me contaba mi madre que estando gestada de mí y antes de yo nacer, ella encontró un objeto que creyó era una moneda de 5 centavos (moneda de tamaño muy grande, como la actual de un peso colombiano, y ya en desuso); en esa época 5 centavos era bastante dinero, ya que un centavo servía para comprar un medio de café y un medio de panela y servir a 4 personas, lo cual hoy sólo se puede hacer con 6 pesos. Esto que referimos era allá por el año de 1908. Al examinar mi madre la moneda se dio cuenta que se trataba de una piedra, se sintió engañada y la tiró al suelo a un lado del camino. Días después, ya olvidado el incidente, volvió a encontrar la supuesta moneda; al sentirse otra vez engañada, la tiró a un solar abandonado y así pensó evadir definitivamente el engaño; pero cual sería su sorpresa cuando, unos meses después, le tocó entrar a ese solar y encontró nuevamente la moneda, optando entonces por recogerla, la examinó minuciosamente y le descubrió unos ojitos, la mostró a otras personas de la casa y nada veían de raro en la piedra. Como estaba ya cerca el dar a luz -el parto- optó por meterla debajo de su almohada.

Nací yo el día 3 de Octubre y pasó mi madre su dieta de 40 días en cama; en aquel entonces los cuartos de las parturientas permanecían a obscuras, por ello no podía mi madre observar su piedra para ver las señales y desesperaba por verla, porque había tenido revelaciones al respecto. Pasada la dieta de los 40 días, cuando volvió a tener luz en su alcoba, sacó su piedra-moneda, la miró, la observó y llena de sorpresa no sólo le vio ojos sino también una cara de hombre, a la cual le dio el nombre de "Santico"; llena de alegría mostró su "Santico", pero las personas de la casa y vecinos solo veían dos ojos pero no la cara, o sea que veían lo que ella había visto antes del parto. 
Después de un tiempo, las otras personas ya vieron una cara con figura de Santo, pero entonces ella veía además un ramo de azucenas en la mano, inclinado el ramo hacia el hombro derecho. A los años siguientes me mostró la piedrecita, que como dijimos tenía el tamaño de una moneda de un peso actual, y al igual que mi madre, yo le veía cara y ramo. Estas figuras se fueron aclarando hasta verse la figura de San José, esposo de María, tal como se conoce en los dibujos de las Sagradas Escrituras. Mi madre le pedía favores a su "Santico" y los obtenía. Por mi parte, me sentía ligado a esa piedra.

Mi madre sólo le mostraba la piedra a los familiares, hasta que llegado el año de 1920 se la mostró al sacerdote de Sabanalarga, Padre Gómez, noble y abnegado servidor de la Iglesia Católica, quien más tarde fue mi profesor de Apologética (curso superior de Religión) y de gran estimación para mi.El motivo de llevar la medalla o piedrita al sacerdote mencionado, fue debido a que la medalla se veía rodeada de chispas de oro que circulaban alrededor de la cara del Santo. Esta visión la veían también las personas a quien ella se las mostraba. Ya la medalla se había convertido en algo importante. El concepto del sacerdote fue bastante exacto, pero a partir de entonces no se supo que se hizo aquella joya de ocultismo, se perdió. A mí en particular me produjo gran consternación. Más tarde en el tiempo, en el año de 1956, murió mi madre en la población de Usiacurí (Departamento del Atlántico). Para esa época yo era ya estudiante Gnóstico y conocía la salida en cuerpo astral. Una noche me encontré con mi madre, yo sabía que había muerto, mas ella no lo sabía; conversé con mi madre muerta y le pregunté por la medalla, a lo cual me respondió: "Ya ella cumplió su misión, no la busque más".

Este recuerdo de mi niñez, de mi infancia, creó mi interés por las cosas sagradas, por lo oculto, por la religión, por la oración. Cuando tenía 5 años veía y conocía las personas amigas que habían muerto; esto me parecía lo más natural, no así a mis padres y familiares y niños con los cuales alternaba, que por ello me llamaban nervioso.

En mi vida mística me ayudó mucho el hecho de haber nacido con defecto congénito, algo de temblor nervioso en las manos, defecto que fue creciendo con los años. Al cumplir 10 años llegó a nuestro hogar en Sabanalarga un Hindú que hacía maravillas, tales como atravesarle la parte gruesa de la lengua a una personas con una espadita, y luego sacarla sin perder una gota de sangre el sujeto del experimento. Recuerdo que mi padre reunió algunos médicos amigos para que vieran los experimentos que hacía el Hindú, y ellos daban conceptos que yo sentía como erróneos, ya que aseveraban que la espada no era recta sino cóncava en el centro y aparentaba entrar por debajo y salir por encima de la lengua; el Hindú no refutó sino que atravesó nuevamente al sujeto, pero ya no la lengua sino la garganta, en forma que apenas se veía de un lado el manguito de la espada y del otro lado la punta, algo así como media pulgada. Entonces opinaron los doctos mirones que lo que el Hindú utilizaba era el poder sugestivo. Como el Hindú conocía la medicina y utilizaba el poder magnético para hacer curaciones sorprendentes, mi padre, dándole el nombre de mago y mostrándome a mí, le dijo: "Tengo este chico que es muy nervioso, desde cuando nació nos dimos cuenta que en sus manos y en su cara había temblor, lo mismo que en sus carrillos y sentidos". El Hindú me miró con gran cariño y ternura, haciéndome la siguiente pregunta: "¿Tú quieres mucho a tus padres?" y le respondí: "Sí, los quiero mucho". Me recomendó, debido a que los médicos amigos de mi padre le hablaron de ponerme una serie de inyecciones en la columna espinal como lo último en novedad medicamental para librarme del mal casi incurable:

"El día que te enteres de que te van a poner inyecciones en la columna espinal, para evitar que te las pongan, huye de tu casa, así evitas que te atrofien. Esto era por el año de 1918. A mí se me gravó la recomendación del Hindú, pero mi padre no insistió en ese negocio. También le dijo a mi padre: "Cuando se convierta en joven, él sólo buscará los medios".

Efectivamente, de los 14 años en adelante yo sentí la necesidad de leer libros de Ocultismo y ,viviendo en Barranquilla, año de 1925, me la pasaba de librería en librería buscando textos de la sabiduría Hindú. Compré libros de Ramacharaca, la obra "A los pies del Maestro" de Krisnamurti y obras de ocultismo de otros autores, hasta cuando me regaló mi padre un libro de gran trascendencia para mí en esa época; era de Maximus Neumayer, ocultista Brasilero. Este libro lo conocí en el año de 1932 y más tarde conocí personalmente en Barranquilla a este Ocultista, que hablaba sobre las fuerzas magnéticas para hacer curaciones maravillosas (tales como hematomas nacidos o tumores) hinchazones; forúnculos, picadas le insectos y heridas leves. No recomendaba las fuerzas hipnóticas por ser ellas enteramente físicas y decía de muchos seres que tienen el poder hipnótico, tales como los gavilanes -los llamados en nuestro medio aves de rapiña. -culebras, sapos y muchos otros que adormecían a sus víctimas para luego devorarlas. Señalaba también a la mujer con poder hipnótico en la vista y enseñaba que el poder magnético o de atracción ya no era un poder físico sino espiritual o del alma.

El libro me gustó y comprobé cientos de aseveraciones del Profesor Neumayer. Con ese poder magnético me ponía a dormir a los animales domésticos del hogar: gatos, perros, gallinas; pero también a animales del campo: ardillas, micos, conejos. Igualmente, hacía curaciones sorprendentes, quitaba dolores de cabeza, de muelas, dolencias inlocalizables, etc. Después de un tiempo de disciplinas morales y la práctica de virtudes, podía agarrar o sostener alimañas venenosas como alacranes, ciempiés, abejas, mosquitos, hormigas, arañas y nada me hacían, mas yo cuidaba de todas ellas sin causarles el menor daño, lo cual provocaba en mis amigos y familiares repudios, regaños y ofensas lacerantes, porque ni mataba las alimañas ni las dejaba matar de mis sorprendidos admiradores, quienes me calificaban de majadero y hasta con otros calificativos más dolorosos. Sin embargo, no les hacía caso y seguía investigando. De mi parte, me aplicaba todos los ensayos para mi mal nervioso y todo seguía igual. Más tarde practiqué la sugestión y me servía en todo, menos para mí. Utilicé los poderes mentales y quedaba sorprendido de todos esos poderes con los cuales hice maravillas, tales como hacer mover un bombillo encendido, hacer saltar de la cama a un amigo, doblar útiles débiles, hacer girar papeles puestos sobre una aguja, hacerme sentir a distancia, etc. Pero para mi mal no me servían de nada estos poderes.

Era una especie de monje solitario, con costumbres diametralmente opuestas a lo que me rodeaba. Sin bebidas alcohólicas, cafés, tertulias, trasnochos, mujeres, discusiones, riñas, opiniones, etc. Estando con estas disciplinas, que sólo problemas me traían en mi vida diaria, busqué trabajo en un fábrica donde trabajaban más de 800 mujeres. Allí debía trabajar, recibir los valores para consignar y ser proveedor del material que utilizaban los demás. Con 23 años de edad, buena cultura, buenos modales e hijo de una familia acomodada, allí oía suspiros, miradas, piropos y directas o indirectas gratis, pero me mantenía fiel a la virtud y a los consejos de mis superiores jerárquicos; me llovían invitaciones de todo orden y siempre permanecí superior a mis debilidades. Muchas chicas me decían: "Cuando será ese cuando" y yo les sonreía con gestos de inocencia y algo de alegría; hasta cuando llegó la época del Carnaval Barranquillero y ahí si fue Troya: acepté una y más invitaciones para comparsas y bailes, acepté cervezas, vinos, bebidas dulces como el anís del mono, besos y cerezas. Y el monje de cartón comenzó a doblarse y desintegrarse. Perdí mis prácticas, mis poderes y virtudes, y se perdieron las alabanzas e interés por mí.

En el año de 1935, la empresa para la cual trabajaba me envió a Ciénaga, Departamento del Magdalena, como director de oficina en dicha ciudad. El mundo de los negocios y social me absorbieron totalmente. Ya el profesor Neumayer me parecía entonces un mojigato; un mundo más llamativo se abrió a mis pies y olvidé mi progreso interno.

Pero en el año de 1936 sucedería un acontecimiento que cambiaría nuevamente el sendero de mi destino. En esa época estudiaban en Bogotá, en la escuela Rosacruz del Profesor Israel Rojas, dos personajes que estaban destinados a transformar mi vida radicalmente: Rafael Romero Cortés, abogado joven y soltero, y Víctor Manuel Gómez Rodríguez, joven de unos 19 años en ese entonces. Para ese año de 1936, festejando yo mi cumpleaños entre amigos y aduladores, conocí al doctor Rafael Romero Cortés; me extrañó el saludo masónico que me hizo, al tiempo que me decía "Somos hermanos en el tiempo y en el espacio, yo lo visitaré para que hablemos sobre cosas trascendentales". Efectivamente, el Dr. Romero volvió a mi oficina en la plaza principal de la ciudad, me habló sobre la sabiduría Rosacruz, sobre el Profesor Israel Rojas en Bogotá y me llamó poderosamente la atención el tema, hasta el extremo de que me inscribí por primera vez en mi vida en esa Escuela, pues jamás la había utilizado antes; escribí al Maestro Rojas y de inmediato me llegó su revista "La Rosacruz de 0ro". Allí duré estudiando libros importantes, incluidos todos los del Profesor Rojas, hasta el año de 1939, año en que Rojas trajo a Colombia al Profesor Ornar Cherenzi Lind. A los pocos días de llegado Cherenzi, su presentación se tornó en un enfrentamiento entre Rojas y Cherenzi. Asuntos de ideologías. Mi amigo Dr. Romero siguió con la línea de Cherenzi y yo con la de Rojas, pero enseguida, comenzó el Dr. Romero a trabajarme para que me pasara al Cherenzismo, lo cual consiguió después de mucha lucha; en el año de 1940 el Profesor Cherenzi visitó al Dr. Romero en Ciénaga y yo lo atendí en mi hogar.

Entré en acción inmediatamente e hice con el Profesor Cherenzi el curso de Filosofía Esotérica; gané las 13 lecciones de estudio y de inmediato fui elegido como Rector de la Universidad Espiritual de Colombia, en cargo Ad-Honorem. Se abrieron los primeros cursos gratuitos, yo los atendí y comenzó a crecer la Escuela. Tenía más de 600 discípulos en toda Colombia cuando llegó el Maestro Aun Weor, que no era otro que el joven Gómez que había sido condiscípulo de Romero Cortés, en los estudios Rosacruces con Rojas, hacía más de 10 años. Este acontecimiento, para mí definitivo, ocurrió en el mes de Agosto de 1948.

Respecto de este sorprendente personaje, nos contaba el Doctor Romero que a él personalmente le había llamado mucho la atención las características psicológicas del joven Gómez en su época de Rosacruz, hasta el extremo que un día cualquiera en esa época le había dicho: "Te voy a llevar donde un compañero y amigo de Riohacha, astrólogo profesional, para hacerte un estudio astrológico". Efectivamente lo llevó a su amigo, el cual le hizo el estudio astrológico, y me contó el doctor Romero sobre la sorpresa del astrólogo con el joven Gómez; le hizo dos veces el mismo estudio con idénticos resultados, manifestándole al entonces estudiante de derecho Rafael Romero Cortés, lo siguiente: "Este es el caso más raro que he tenido en mi vida, o se trata de un Arcángel o de un Dios inefable", ya que las cifras kabalísticas le mostraban al astrólogo dicho resultado. El Dr. Romero, al oír eso, le dijo a su amigo Gómez: "Óigame amigo, el día que usted despierte internamente, le ruego que me busque de inmediato para yo seguirlo". Después de la visita al astrólogo, cada cual tomó su camino y volvió cada uno a su vida normal. El Maestro Aun Weor había aparecido por los alrededores de Ciénaga, en busca de Romero Cortés, para recordarle su vieja oferta de seguirlo cuando despertara; pero además lo movía también la imperiosa necesidad de encontrarse con un viejo discípulo de vidas anteriores: el señor Julio Cesar Medina Vizcaíno, el mismo que esto les relata.
 
 
"Conocimientos. Anécdotas e historia de la Gnosis en la Era de Acuario" de Julio Medina Vizcaíno ( V. Maestro Gargha Kuichines)

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